El paisaje
El
paisaje no necesitaba nada excepto glorificación.
Excepto mensajeros reales que trajeran sus dones:
Un nombre con un atributo y un verbo inflexivo.
Si solamente preciosos robles copiosamente brillaran
Cuando nuestros bravos estudiantes, en un camino sobre el valle,
Pasean y cantan "La Oda a la Alegría ".
Si al menos un solitario pastor grabara cartas en una corteza.
El paisaje no necesitaba nada excepto glorificación.
Pero no existían mensajeros. Matorrales, oscuras gargantas,
Bosque colgando del bosque, pájaro de largo gemido.
Y quién aquí podría iniciar una frase?
El paisaje era, quien conoce, probablemente hermoso.
Allá abajo, todo estaba derrumbándose: las salas del castillo,
Las callejuelas detrás de la catedral, los bordellos, las tiendas.
Y ni un alma. Por tanto, de dónde podrían venir mensajeros?
Después de olvidados desastres, yo estaba heredado a la tierra,
Abajo, a la playa del mar y, arriba, a la tierra, al sol.
Encuentro
Estuvimos paseando a través
de los campos
en un vagón al amanecer.
Una herida rosa roja en la oscuridad.
Y de pronto una liebre
atravesó la carretera.
Uno de nosotros la señaló con la mano.
Eso fue hace tiempos. Hoy ninguno de ellos está vivo,
Ni la liebre, ni el hombre que hizo el ademán.
¿Oh, amor mío, dónde están
ellos, a dónde han ido?
El destello de una mano, la línea de un movimiento,
el susurro de los guijarros.
Pregunto no con tristeza, sino con asombro.
Nunca de ti, ciudad
Nunca de ti, ciudad, he podido irme.
Larga fue la milla, pero algo me retrocedía como a una
pieza en el ajedrez.
Huía yo por la tierra que rodaba cada vez más rápida
Y siempre estuve ahí: con los libros en mi morral de lona,
Clavando los ojos en las pardas colinas detrás de las torres
de Santiago
Donde se mueven un pequeño caballo y un hombre pequeño
detrás del arado,
Ciertísimamente desde hace mucho ya muertos.
Sí, es verdad, nadie comprendió la sociedad ni la ciudad,
Los cines Lux y Helios, los letreros de Halpern y Segal,
El paseo en la calle de San Jorge, llamada de Mickiewicz.
No, no los comprendió nadie. Nadie lo ha logrado.
Pero cuando la vida transcurre en una sola esperanza:
De algún día ya sólo quedan claridad y distinción,
Entonces, muy a menudo, da pena.
Un poema para final del siglo
Cuando todo estaba bien
Y el concepto de pecado había desaparecido
Y la tierra estaba lista
En paz universal
Para consumir y disfrutar
Sin dogmas y utopías,
Yo, por razones desconocidas,
Rodeado por los libros
De profetas y teólogos,
De filósofos, poetas,
Buscaba una respuesta,
Frunciendo el ceño, gesticulando,
Caminando de noche, refunfuñando al amanecer.
Lo que me oprimía en demasía
Era un poco vergonzoso.
Hablando de ello en voz alta
No mostraría ni tacto ni prudencia.
Podría incluso parecer un agravio
En contra del bienestar de la humanidad.
¡Ay de mí!, mi memoria
No quiere dejarme
Y en ella, la vida comienza
Cada una con su propio dolor,
Cada una con su propio morir,
Con su propia turbación.
¿Por qué entonces la inocencia
En playas paradisíacas,
Un cielo impoluto
Sobre la iglesia de la higiene?
¿Será porque eso
fue hace mucho?
A un hombre santo
-Así dice un cuento árabe-
Dios le dijo con maldad:
"He revelado a tu pueblo
Cuán gran pecador eres,
Ellos no te podrán alabar."
"Y yo", contestó el devoto,
"Les he descubierto a ellos
Cuán misericordioso eres,
Ellos no se preocuparán por ti."
¿A quién recurriría
Con asunto tan oscuro
De dolor y también de culpa
En la estructura del mundo,
Si ninguno aquí abajo
O allá arriba en las alturas
Puede abolir
La causa y el efecto?
No piensen, no recuerden
La muerte en la cruz,
Aunque cada día Él muera,
El único, el siempre-amado,
Aquél que sin necesidad alguna
Consintió y permitió
Existir a todo lo que es,
Incluyendo las garras de tortura.
Completamente enigmático
Enredo imposible.
Mejor dejar de hablar aquí.
Este lenguaje no es para personas.
Bendita sea la jubilación.
Vendimias y cosechas.
Aun si nadie
Tiene la serenidad garantizada.
Czeslaw Milosz
(Szetejnic, 1911 - Cracovia, 2004) Escritor polaco, uno de los mayores del siglo XX, de gran influjo en su país y fuera de él, que obtuvo el premio Nobel en 1980.
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