Epístola a los poetas que vendrán
Tal vez mañana los poetas pregunten
por qué no
celebramos la gracia de las muchachas;
tal vez mañana
los poetas pregunten
por qué
nuestros poemas
eran largas
avenidas
por donde venía
la ardiente cólera.
Yo respondo:
por todas
partes oíamos el llanto,
por todas
partes nos sitiaba un muro de olas negras.
¿Iba a ser la
Poesía
una solitaria
columna de rocío?
Tenía que ser
un relámpago perpetuo.
Mientras
alguien padezca,
la rosa no
podrá ser bella;
mientras
alguien mire el pan con envidia,
el trigo no
podrá dormir;
mientras llueva
sobre el pecho de los mendigos,
mi corazón no
sonreirá.
Matad la
tristeza, poetas.
Matemos a la
tristeza con un palo.
No digáis el
romance de los lirios.
Hay cosas más
altas
que llorar
amores perdidos:
el rumor de un
pueblo que despierta
¡es más bello
que el rocío!
El metal
resplandeciente de su cólera
¡es más bello
que la espuma!
Un Hombre Libre
¡es más puro
que el diamante!
El poeta
libertará al fuego
de su cárcel de
ceniza.
El poeta
encenderá la hoguera
donde se queme
este mundo sombrío.
Las
imprecaciones, 1955.
Manuel Scorza (Lima - Perú, 1928 - Madrid, 1983)
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