Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín...
Juan Gelman en cinco poemas
EL JUEGO EN QUE ANDAMOS
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que
estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan
infelices.
Si me dieran a elegir, yo
elegiría
esta inocencia de no ser
un inocente,
esta pureza en que ando
por impuro.
Si me dieran a elegir, yo
elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come
panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.
Del libro El juego en que andamos (Buenos Aires, 1956-1958)
GOTÁN
Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un
encanto particular,
una especie de olvido
donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba
en el costado izquierdo.
Atención atención yo
gritaba atención
pero ella invadía como el
amor, como la noche,
las últimas señales que
hice para el otoño
se acostaron tranquilas
bajo el oleaje de sus manos.
Dentro de mí estallaron
ruidos secos,
caían a pedazos la furia,
la tristeza,
la señora llovía
dulcemente
sobre mis huesos parados
en la soledad.
Cuando se fue yo tiritaba
como un condenado,
con un cuchillo brusco me
maté
voy a pasar toda la muerte
tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la
última vez.
Del libro Gotán (Buenos Aires, 1962)
REGRESOS
La palabra que
cruzó el horror, ¿qué
hace?
¿Pasa los campos del
delirio
sin protección?
¿Se amansa? ¿Se pudre?
¿No quiere tener alma?
¿Amora todavía, torturada
y violada,
tiene figuras remotas
donde un niño de espanto
calla?
La palabra
que vuelve del horror, ¿lo
nombra
en el infierno de su
inocencia?
Del libro Valer la pena (México, 1996-2000)
SABER
El poema nada en un viento y brilla.
No sabe quien es hasta
que lo arrastran aquí, donde
seguramente morirá
a la intemperie de las bestias.
Me gustaría entender a las bestias
para entender mi bestia. La
realidad hace gemir con jadeos de animal.
¿Qué gracia fue ganada en su respiración?
Ninguna que no fuera perdida.
Abajo de lo suave crepita la sospecha.
En estas manos.
EPITAFIO
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.
¡Digo que el hombre debe serlo!
Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.
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