Se aprobó el proyecto que establece la declaración del mate como Bebida
Nacional, informó el Instituto Nacional de la Yerba mate (INYM).
La propuesta, presentada por el senador misionero Eduardo Torres, se fundamenta en que se trata de una infusión arraigada en la historia y cultura de los argentinos. Al enumerar los fundamentos de su proyecto, el senador explicó que el conocimiento de la yerba mate se remonta a los albores de la cultura guaranítica.
La yerba tenía en la cultura guaraní un rol social más allá del fin meramente nutritivo, pues era objeto de culto y ritual, a la vez que moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos. De los guaraníes, los conquistadores aprendieron su uso y las virtudes que posee, e hicieron que su consumo se difundiera en todo el Virreinato del Río de la Plata.
El área de producción de la yerba mate se restringe al Noreste de Corrientes, Misiones, Paraguay y Sur de Brasil, región con las condiciones ideales para su desarrollo.
En la Argentina es la bebida más consumida, sin distinción de clases sociales ni edades, ya que está presente, en sus distintas modalidades, en 92% de los hogares argentinos. Y se ha comprobado fehacientemente los efectos beneficiosos de la yerba mate a partir de investigaciones científicas llevadas a cabo por casas de altos estudios en distintos países.
La Argentina es el principal productor mundial de yerba mate, y su producción se concentra en las provincias de Misiones y Corrientes abarcando una superficie de 200 mil hectáreas.
El texto de la ley Nacional Nº 26.871 define al mate como "la infusión preparada en base al alimento de yerba mate, que colocada en un recipiente y mojada con agua caliente, es bebida mediante una bombilla", y asismismo dispone que en e"ventos y actividades culturales, sociales o deportivas de carácter oficial, debe preverse la presencia de la expresión y logotipo de 'Mate Infusión Nacional', y la promoción de dicha bebida y sus tradiciones", señala la norma.
La propuesta, presentada por el senador misionero Eduardo Torres, se fundamenta en que se trata de una infusión arraigada en la historia y cultura de los argentinos. Al enumerar los fundamentos de su proyecto, el senador explicó que el conocimiento de la yerba mate se remonta a los albores de la cultura guaranítica.
La yerba tenía en la cultura guaraní un rol social más allá del fin meramente nutritivo, pues era objeto de culto y ritual, a la vez que moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos. De los guaraníes, los conquistadores aprendieron su uso y las virtudes que posee, e hicieron que su consumo se difundiera en todo el Virreinato del Río de la Plata.
El área de producción de la yerba mate se restringe al Noreste de Corrientes, Misiones, Paraguay y Sur de Brasil, región con las condiciones ideales para su desarrollo.
En la Argentina es la bebida más consumida, sin distinción de clases sociales ni edades, ya que está presente, en sus distintas modalidades, en 92% de los hogares argentinos. Y se ha comprobado fehacientemente los efectos beneficiosos de la yerba mate a partir de investigaciones científicas llevadas a cabo por casas de altos estudios en distintos países.
La Argentina es el principal productor mundial de yerba mate, y su producción se concentra en las provincias de Misiones y Corrientes abarcando una superficie de 200 mil hectáreas.
El texto de la ley Nacional Nº 26.871 define al mate como "la infusión preparada en base al alimento de yerba mate, que colocada en un recipiente y mojada con agua caliente, es bebida mediante una bombilla", y asismismo dispone que en e"ventos y actividades culturales, sociales o deportivas de carácter oficial, debe preverse la presencia de la expresión y logotipo de 'Mate Infusión Nacional', y la promoción de dicha bebida y sus tradiciones", señala la norma.
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Senado de la Nación aprobó el proyecto que establece la declaración del
Mate como Bebida Nacional. La buena noticia se enmarca en la
conmemoración del Bicentenario de la República Argentina.
La propuesta presentada por el senador misionero Eduardo Torres, se fundamenta en que se trata de una infusión arraigada en la historia y cultura de los argentinos, con cientos de años de vigencia y en progresiva expansión. Así que el argentino que no sepa cebar un mate debería aplicarse y hacer uno de tantos cursos en Buenos Aires.
Al enumerar los fundamentos de su proyecto, el senador explica:
El conocimiento de la yerba mate se remonta a los albores de la cultura guaranítica. Inicialmente la yerba mate era aspirada por los chamanes en las ceremonias religiosas.
La forma actual de consumir la yerba en el Mate fue tomada por los guaraníes del pueblo inca que adaptaron al consumo de la yerba mate. Inicialmente se consumía como bebida fría.
Más tarde, fue conformándose en un alimento básico de los indios, que la usaban como bebida, sorbiéndola de calabacillas mediante bombillas hechas de cañas o también mascándola durante sus largas marchas. La yerba tenía en la cultura guaraní un rol social más allá del fin meramente nutritivo, pues era objeto de culto y ritual, a la vez que moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes. Caá en guaraní significa yerba, pero también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de los Dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
De los guaraníes, los conquistadores aprendieron su uso y las virtudes que posee, e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
Más tarde los jesuitas introdujeron el cultivo en algunas reducciones. Sus misiones estaban distribuidas en la región que constituyen la provincia de Misiones, Norte de Corrientes y Sur de Paraguay y Sudoeste brasileño, a fin de evitar las grandes distancias que los separaban de los lugares de producción. Ellos habían develado el secreto de la misteriosa germinación de las semillas de yerba, descubriendo que solamente germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de los tucanes. Pero en su expulsión, ocurrida en 1769, se llevaron con ellos el secreto, sobreviniendo el abandono de las plantaciones y perdiéndose la tradición del cultivo. Aunque los jesuitas preferían tomar mate cocido en lugar de mate, fueron los grandes responsables de que la yerba fuera conocida en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el “té de los jesuitas”.
Más de medio siglo después, el famoso naturalista francés Aimé Bonpland inició los primeros estudios científicos sobre la planta de la yerba mate, su cultivo y sus usos. Dos años más tarde, en París el botánico Saint Hilaire clasificó a la yerba como llex Paraguarensis.
Fué Bonpland quien redescubrió el secreto de la germinación, pero éste volvió a perderse con la extinción del botánico. Recién hacia 1903 en Santa Ana -Misiones- se vuelve a descubrir que sólo germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de ciertas aves y se realiza la primera plantación moderna de Yerba Mate
Hasta entonces y aún por muchos años, la yerba que se consumía provenía de la selva, de plantas silvestres que crecían en manchones con gran densidad de árboles, llamadas islas. La explotación irracional, en la que la tala de los árboles fue moneda corriente por siglos, terminó insumiendo por completo el recurso que parecía inagotable. Sólo con las plantaciones racionales, los cultivos de yerba volvieron a hallar su lugar en la historia.
El mate fue participe de las grandes gestas emancipadoras del país del siglo XIX, acompañando a los ejércitos patriotas, siendo una excelente herramienta durante las guerras, para mantener la salud y la moral de las tropas en la precariedad que vivían, con las dificultades logísticas que se planteaban, el escenario que se desarrollaban los combates, la falta de medios y la privaciones padecidas por los soldados. Existe abundante documentación histórica que acredita que el mate sirvió, en muchos casos, como única ingesta de los combatientes durante varios días, cuando por distintos inconvenientes se resentía la provisión de alimentos.
Durante los primeros años del siglo XX, nacieron las grandes industrias yerbateras de la Argentina, que se establecieron en los puertos del Sur, Rosario y Buenos Aires, pues la yerba mate, que seguía siendo explotada en su mayoría en los montes naturales de Brasil y Paraguay, era transportada por el Río Paraná.
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La propuesta presentada por el senador misionero Eduardo Torres, se fundamenta en que se trata de una infusión arraigada en la historia y cultura de los argentinos, con cientos de años de vigencia y en progresiva expansión. Así que el argentino que no sepa cebar un mate debería aplicarse y hacer uno de tantos cursos en Buenos Aires.
Al enumerar los fundamentos de su proyecto, el senador explica:
El conocimiento de la yerba mate se remonta a los albores de la cultura guaranítica. Inicialmente la yerba mate era aspirada por los chamanes en las ceremonias religiosas.
La forma actual de consumir la yerba en el Mate fue tomada por los guaraníes del pueblo inca que adaptaron al consumo de la yerba mate. Inicialmente se consumía como bebida fría.
Más tarde, fue conformándose en un alimento básico de los indios, que la usaban como bebida, sorbiéndola de calabacillas mediante bombillas hechas de cañas o también mascándola durante sus largas marchas. La yerba tenía en la cultura guaraní un rol social más allá del fin meramente nutritivo, pues era objeto de culto y ritual, a la vez que moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes. Caá en guaraní significa yerba, pero también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de los Dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
De los guaraníes, los conquistadores aprendieron su uso y las virtudes que posee, e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
Más tarde los jesuitas introdujeron el cultivo en algunas reducciones. Sus misiones estaban distribuidas en la región que constituyen la provincia de Misiones, Norte de Corrientes y Sur de Paraguay y Sudoeste brasileño, a fin de evitar las grandes distancias que los separaban de los lugares de producción. Ellos habían develado el secreto de la misteriosa germinación de las semillas de yerba, descubriendo que solamente germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de los tucanes. Pero en su expulsión, ocurrida en 1769, se llevaron con ellos el secreto, sobreviniendo el abandono de las plantaciones y perdiéndose la tradición del cultivo. Aunque los jesuitas preferían tomar mate cocido en lugar de mate, fueron los grandes responsables de que la yerba fuera conocida en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el “té de los jesuitas”.
Más de medio siglo después, el famoso naturalista francés Aimé Bonpland inició los primeros estudios científicos sobre la planta de la yerba mate, su cultivo y sus usos. Dos años más tarde, en París el botánico Saint Hilaire clasificó a la yerba como llex Paraguarensis.
Fué Bonpland quien redescubrió el secreto de la germinación, pero éste volvió a perderse con la extinción del botánico. Recién hacia 1903 en Santa Ana -Misiones- se vuelve a descubrir que sólo germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de ciertas aves y se realiza la primera plantación moderna de Yerba Mate
Hasta entonces y aún por muchos años, la yerba que se consumía provenía de la selva, de plantas silvestres que crecían en manchones con gran densidad de árboles, llamadas islas. La explotación irracional, en la que la tala de los árboles fue moneda corriente por siglos, terminó insumiendo por completo el recurso que parecía inagotable. Sólo con las plantaciones racionales, los cultivos de yerba volvieron a hallar su lugar en la historia.
El mate fue participe de las grandes gestas emancipadoras del país del siglo XIX, acompañando a los ejércitos patriotas, siendo una excelente herramienta durante las guerras, para mantener la salud y la moral de las tropas en la precariedad que vivían, con las dificultades logísticas que se planteaban, el escenario que se desarrollaban los combates, la falta de medios y la privaciones padecidas por los soldados. Existe abundante documentación histórica que acredita que el mate sirvió, en muchos casos, como única ingesta de los combatientes durante varios días, cuando por distintos inconvenientes se resentía la provisión de alimentos.
Durante los primeros años del siglo XX, nacieron las grandes industrias yerbateras de la Argentina, que se establecieron en los puertos del Sur, Rosario y Buenos Aires, pues la yerba mate, que seguía siendo explotada en su mayoría en los montes naturales de Brasil y Paraguay, era transportada por el Río Paraná.
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Senado de la Nación aprobó el proyecto que establece la declaración del
Mate como Bebida Nacional. La buena noticia se enmarca en la
conmemoración del Bicentenario de la República Argentina.
La propuesta presentada por el senador misionero Eduardo Torres, se fundamenta en que se trata de una infusión arraigada en la historia y cultura de los argentinos, con cientos de años de vigencia y en progresiva expansión. Así que el argentino que no sepa cebar un mate debería aplicarse y hacer uno de tantos cursos en Buenos Aires.
Al enumerar los fundamentos de su proyecto, el senador explica:
El conocimiento de la yerba mate se remonta a los albores de la cultura guaranítica. Inicialmente la yerba mate era aspirada por los chamanes en las ceremonias religiosas.
La forma actual de consumir la yerba en el Mate fue tomada por los guaraníes del pueblo inca que adaptaron al consumo de la yerba mate. Inicialmente se consumía como bebida fría.
Más tarde, fue conformándose en un alimento básico de los indios, que la usaban como bebida, sorbiéndola de calabacillas mediante bombillas hechas de cañas o también mascándola durante sus largas marchas. La yerba tenía en la cultura guaraní un rol social más allá del fin meramente nutritivo, pues era objeto de culto y ritual, a la vez que moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes. Caá en guaraní significa yerba, pero también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de los Dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
De los guaraníes, los conquistadores aprendieron su uso y las virtudes que posee, e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
Más tarde los jesuitas introdujeron el cultivo en algunas reducciones. Sus misiones estaban distribuidas en la región que constituyen la provincia de Misiones, Norte de Corrientes y Sur de Paraguay y Sudoeste brasileño, a fin de evitar las grandes distancias que los separaban de los lugares de producción. Ellos habían develado el secreto de la misteriosa germinación de las semillas de yerba, descubriendo que solamente germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de los tucanes. Pero en su expulsión, ocurrida en 1769, se llevaron con ellos el secreto, sobreviniendo el abandono de las plantaciones y perdiéndose la tradición del cultivo. Aunque los jesuitas preferían tomar mate cocido en lugar de mate, fueron los grandes responsables de que la yerba fuera conocida en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el “té de los jesuitas”.
Más de medio siglo después, el famoso naturalista francés Aimé Bonpland inició los primeros estudios científicos sobre la planta de la yerba mate, su cultivo y sus usos. Dos años más tarde, en París el botánico Saint Hilaire clasificó a la yerba como llex Paraguarensis.
Fué Bonpland quien redescubrió el secreto de la germinación, pero éste volvió a perderse con la extinción del botánico. Recién hacia 1903 en Santa Ana -Misiones- se vuelve a descubrir que sólo germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de ciertas aves y se realiza la primera plantación moderna de Yerba Mate
Hasta entonces y aún por muchos años, la yerba que se consumía provenía de la selva, de plantas silvestres que crecían en manchones con gran densidad de árboles, llamadas islas. La explotación irracional, en la que la tala de los árboles fue moneda corriente por siglos, terminó insumiendo por completo el recurso que parecía inagotable. Sólo con las plantaciones racionales, los cultivos de yerba volvieron a hallar su lugar en la historia.
El mate fue participe de las grandes gestas emancipadoras del país del siglo XIX, acompañando a los ejércitos patriotas, siendo una excelente herramienta durante las guerras, para mantener la salud y la moral de las tropas en la precariedad que vivían, con las dificultades logísticas que se planteaban, el escenario que se desarrollaban los combates, la falta de medios y la privaciones padecidas por los soldados. Existe abundante documentación histórica que acredita que el mate sirvió, en muchos casos, como única ingesta de los combatientes durante varios días, cuando por distintos inconvenientes se resentía la provisión de alimentos.
Durante los primeros años del siglo XX, nacieron las grandes industrias yerbateras de la Argentina, que se establecieron en los puertos del Sur, Rosario y Buenos Aires, pues la yerba mate, que seguía siendo explotada en su mayoría en los montes naturales de Brasil y Paraguay, era transportada por el Río Paraná.
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Al enumerar los fundamentos de su proyecto, el senador explica:
El conocimiento de la yerba mate se remonta a los albores de la cultura guaranítica. Inicialmente la yerba mate era aspirada por los chamanes en las ceremonias religiosas.
La forma actual de consumir la yerba en el Mate fue tomada por los guaraníes del pueblo inca que adaptaron al consumo de la yerba mate. Inicialmente se consumía como bebida fría.
Más tarde, fue conformándose en un alimento básico de los indios, que la usaban como bebida, sorbiéndola de calabacillas mediante bombillas hechas de cañas o también mascándola durante sus largas marchas. La yerba tenía en la cultura guaraní un rol social más allá del fin meramente nutritivo, pues era objeto de culto y ritual, a la vez que moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes. Caá en guaraní significa yerba, pero también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de los Dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
De los guaraníes, los conquistadores aprendieron su uso y las virtudes que posee, e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
Más tarde los jesuitas introdujeron el cultivo en algunas reducciones. Sus misiones estaban distribuidas en la región que constituyen la provincia de Misiones, Norte de Corrientes y Sur de Paraguay y Sudoeste brasileño, a fin de evitar las grandes distancias que los separaban de los lugares de producción. Ellos habían develado el secreto de la misteriosa germinación de las semillas de yerba, descubriendo que solamente germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de los tucanes. Pero en su expulsión, ocurrida en 1769, se llevaron con ellos el secreto, sobreviniendo el abandono de las plantaciones y perdiéndose la tradición del cultivo. Aunque los jesuitas preferían tomar mate cocido en lugar de mate, fueron los grandes responsables de que la yerba fuera conocida en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el “té de los jesuitas”.
Más de medio siglo después, el famoso naturalista francés Aimé Bonpland inició los primeros estudios científicos sobre la planta de la yerba mate, su cultivo y sus usos. Dos años más tarde, en París el botánico Saint Hilaire clasificó a la yerba como llex Paraguarensis.
Fué Bonpland quien redescubrió el secreto de la germinación, pero éste volvió a perderse con la extinción del botánico. Recién hacia 1903 en Santa Ana -Misiones- se vuelve a descubrir que sólo germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de ciertas aves y se realiza la primera plantación moderna de Yerba Mate
Hasta entonces y aún por muchos años, la yerba que se consumía provenía de la selva, de plantas silvestres que crecían en manchones con gran densidad de árboles, llamadas islas. La explotación irracional, en la que la tala de los árboles fue moneda corriente por siglos, terminó insumiendo por completo el recurso que parecía inagotable. Sólo con las plantaciones racionales, los cultivos de yerba volvieron a hallar su lugar en la historia.
El mate fue participe de las grandes gestas emancipadoras del país del siglo XIX, acompañando a los ejércitos patriotas, siendo una excelente herramienta durante las guerras, para mantener la salud y la moral de las tropas en la precariedad que vivían, con las dificultades logísticas que se planteaban, el escenario que se desarrollaban los combates, la falta de medios y la privaciones padecidas por los soldados. Existe abundante documentación histórica que acredita que el mate sirvió, en muchos casos, como única ingesta de los combatientes durante varios días, cuando por distintos inconvenientes se resentía la provisión de alimentos.
Durante los primeros años del siglo XX, nacieron las grandes industrias yerbateras de la Argentina, que se establecieron en los puertos del Sur, Rosario y Buenos Aires, pues la yerba mate, que seguía siendo explotada en su mayoría en los montes naturales de Brasil y Paraguay, era transportada por el Río Paraná.
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Senado de la Nación aprobó el proyecto que establece la declaración del
Mate como Bebida Nacional. La buena noticia se enmarca en la
conmemoración del Bicentenario de la República Argentina.
La propuesta presentada por el senador misionero Eduardo Torres, se fundamenta en que se trata de una infusión arraigada en la historia y cultura de los argentinos, con cientos de años de vigencia y en progresiva expansión. Así que el argentino que no sepa cebar un mate debería aplicarse y hacer uno de tantos cursos en Buenos Aires.
Al enumerar los fundamentos de su proyecto, el senador explica:
El conocimiento de la yerba mate se remonta a los albores de la cultura guaranítica. Inicialmente la yerba mate era aspirada por los chamanes en las ceremonias religiosas.
La forma actual de consumir la yerba en el Mate fue tomada por los guaraníes del pueblo inca que adaptaron al consumo de la yerba mate. Inicialmente se consumía como bebida fría.
Más tarde, fue conformándose en un alimento básico de los indios, que la usaban como bebida, sorbiéndola de calabacillas mediante bombillas hechas de cañas o también mascándola durante sus largas marchas. La yerba tenía en la cultura guaraní un rol social más allá del fin meramente nutritivo, pues era objeto de culto y ritual, a la vez que moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes. Caá en guaraní significa yerba, pero también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de los Dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
De los guaraníes, los conquistadores aprendieron su uso y las virtudes que posee, e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
Más tarde los jesuitas introdujeron el cultivo en algunas reducciones. Sus misiones estaban distribuidas en la región que constituyen la provincia de Misiones, Norte de Corrientes y Sur de Paraguay y Sudoeste brasileño, a fin de evitar las grandes distancias que los separaban de los lugares de producción. Ellos habían develado el secreto de la misteriosa germinación de las semillas de yerba, descubriendo que solamente germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de los tucanes. Pero en su expulsión, ocurrida en 1769, se llevaron con ellos el secreto, sobreviniendo el abandono de las plantaciones y perdiéndose la tradición del cultivo. Aunque los jesuitas preferían tomar mate cocido en lugar de mate, fueron los grandes responsables de que la yerba fuera conocida en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el “té de los jesuitas”.
Más de medio siglo después, el famoso naturalista francés Aimé Bonpland inició los primeros estudios científicos sobre la planta de la yerba mate, su cultivo y sus usos. Dos años más tarde, en París el botánico Saint Hilaire clasificó a la yerba como llex Paraguarensis.
Fué Bonpland quien redescubrió el secreto de la germinación, pero éste volvió a perderse con la extinción del botánico. Recién hacia 1903 en Santa Ana -Misiones- se vuelve a descubrir que sólo germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de ciertas aves y se realiza la primera plantación moderna de Yerba Mate
Hasta entonces y aún por muchos años, la yerba que se consumía provenía de la selva, de plantas silvestres que crecían en manchones con gran densidad de árboles, llamadas islas. La explotación irracional, en la que la tala de los árboles fue moneda corriente por siglos, terminó insumiendo por completo el recurso que parecía inagotable. Sólo con las plantaciones racionales, los cultivos de yerba volvieron a hallar su lugar en la historia.
El mate fue participe de las grandes gestas emancipadoras del país del siglo XIX, acompañando a los ejércitos patriotas, siendo una excelente herramienta durante las guerras, para mantener la salud y la moral de las tropas en la precariedad que vivían, con las dificultades logísticas que se planteaban, el escenario que se desarrollaban los combates, la falta de medios y la privaciones padecidas por los soldados. Existe abundante documentación histórica que acredita que el mate sirvió, en muchos casos, como única ingesta de los combatientes durante varios días, cuando por distintos inconvenientes se resentía la provisión de alimentos.
Durante los primeros años del siglo XX, nacieron las grandes industrias yerbateras de la Argentina, que se establecieron en los puertos del Sur, Rosario y Buenos Aires, pues la yerba mate, que seguía siendo explotada en su mayoría en los montes naturales de Brasil y Paraguay, era transportada por el Río Paraná.
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Al enumerar los fundamentos de su proyecto, el senador explica:
El conocimiento de la yerba mate se remonta a los albores de la cultura guaranítica. Inicialmente la yerba mate era aspirada por los chamanes en las ceremonias religiosas.
La forma actual de consumir la yerba en el Mate fue tomada por los guaraníes del pueblo inca que adaptaron al consumo de la yerba mate. Inicialmente se consumía como bebida fría.
Más tarde, fue conformándose en un alimento básico de los indios, que la usaban como bebida, sorbiéndola de calabacillas mediante bombillas hechas de cañas o también mascándola durante sus largas marchas. La yerba tenía en la cultura guaraní un rol social más allá del fin meramente nutritivo, pues era objeto de culto y ritual, a la vez que moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes. Caá en guaraní significa yerba, pero también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de los Dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
De los guaraníes, los conquistadores aprendieron su uso y las virtudes que posee, e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
Más tarde los jesuitas introdujeron el cultivo en algunas reducciones. Sus misiones estaban distribuidas en la región que constituyen la provincia de Misiones, Norte de Corrientes y Sur de Paraguay y Sudoeste brasileño, a fin de evitar las grandes distancias que los separaban de los lugares de producción. Ellos habían develado el secreto de la misteriosa germinación de las semillas de yerba, descubriendo que solamente germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de los tucanes. Pero en su expulsión, ocurrida en 1769, se llevaron con ellos el secreto, sobreviniendo el abandono de las plantaciones y perdiéndose la tradición del cultivo. Aunque los jesuitas preferían tomar mate cocido en lugar de mate, fueron los grandes responsables de que la yerba fuera conocida en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el “té de los jesuitas”.
Más de medio siglo después, el famoso naturalista francés Aimé Bonpland inició los primeros estudios científicos sobre la planta de la yerba mate, su cultivo y sus usos. Dos años más tarde, en París el botánico Saint Hilaire clasificó a la yerba como llex Paraguarensis.
Fué Bonpland quien redescubrió el secreto de la germinación, pero éste volvió a perderse con la extinción del botánico. Recién hacia 1903 en Santa Ana -Misiones- se vuelve a descubrir que sólo germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de ciertas aves y se realiza la primera plantación moderna de Yerba Mate
Hasta entonces y aún por muchos años, la yerba que se consumía provenía de la selva, de plantas silvestres que crecían en manchones con gran densidad de árboles, llamadas islas. La explotación irracional, en la que la tala de los árboles fue moneda corriente por siglos, terminó insumiendo por completo el recurso que parecía inagotable. Sólo con las plantaciones racionales, los cultivos de yerba volvieron a hallar su lugar en la historia.
El mate fue participe de las grandes gestas emancipadoras del país del siglo XIX, acompañando a los ejércitos patriotas, siendo una excelente herramienta durante las guerras, para mantener la salud y la moral de las tropas en la precariedad que vivían, con las dificultades logísticas que se planteaban, el escenario que se desarrollaban los combates, la falta de medios y la privaciones padecidas por los soldados. Existe abundante documentación histórica que acredita que el mate sirvió, en muchos casos, como única ingesta de los combatientes durante varios días, cuando por distintos inconvenientes se resentía la provisión de alimentos.
Durante los primeros años del siglo XX, nacieron las grandes industrias yerbateras de la Argentina, que se establecieron en los puertos del Sur, Rosario y Buenos Aires, pues la yerba mate, que seguía siendo explotada en su mayoría en los montes naturales de Brasil y Paraguay, era transportada por el Río Paraná.
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