La
débil música de las suaves cosas
En la
alta noche,
la débil música de las suaves cosas.
Mientras el sueño consuma la quietud
las torres callan
los motivos de su altura.
Cada instante se estremece
y lo quedo nos habla con una voz más íntima.
No son las cosas que no tendremos nunca
Son las que están
las que estuvieron siempre
y hoy
-complicidad contenida-
nos susurran
una familiaridad irresuelta.
la débil música de las suaves cosas.
Mientras el sueño consuma la quietud
las torres callan
los motivos de su altura.
Cada instante se estremece
y lo quedo nos habla con una voz más íntima.
No son las cosas que no tendremos nunca
Son las que están
las que estuvieron siempre
y hoy
-complicidad contenida-
nos susurran
una familiaridad irresuelta.
Poema
número mil para una mujer que jamás leyó ninguno
Después
de mil noches anclado en la bahía del correo,
después de 999 poemas devueltos
en sobres sin abrir,
te fuiste diluyendo
como el agua o el viento.
Es que no quisiste perderte en mi bosque
y rodeaste todos los caminos.
Después de traerte la flamígera espada
del ángel que custodia el paraíso,
desenterrar un meteorito
para compararlo con tus ojos.
Después de la tierra, el sueño
la caída de tres dinastías y un imperio,
te escribo este último poema
con método de hormiga laboriosa
cuyo único salario
-no pequeño-
será
el sosiego de terminar este desvarío
con un número redondo como el sol.
después de 999 poemas devueltos
en sobres sin abrir,
te fuiste diluyendo
como el agua o el viento.
Es que no quisiste perderte en mi bosque
y rodeaste todos los caminos.
Después de traerte la flamígera espada
del ángel que custodia el paraíso,
desenterrar un meteorito
para compararlo con tus ojos.
Después de la tierra, el sueño
la caída de tres dinastías y un imperio,
te escribo este último poema
con método de hormiga laboriosa
cuyo único salario
-no pequeño-
será
el sosiego de terminar este desvarío
con un número redondo como el sol.
Tortuga
Contemplo
el paso de las horas
sin
ferocidad ni resignación.
Las
vidas de los hombres
—perdidas
o no—
me
tienen sin cuidado.
El
planeta se apoya en mi espalda,
mi
lentitud es un premio.
La
espera
En
la terraza de la vieja casa
el
abuelo seca sus huesos al sol.
La
radio
relatando
un partido de fútbol
da
cuenta de las palabras
que
le vieron crecer.
Piel
de serpiente en plena muda
el
idioma se descascara
cada
tarde
cada
muerte.
Espejo de agua
Contemplo mi rostro, más que inexpresivo, invisible.
Mudez de las horas y los motivos, la
laguna textual en esta página que
cambia de color a la luz del atardecer
inunda la planicie no manchada por lo escrito y
moja el resto del libro, humedeciendo, diluyendo, borrando.
Manifiesto
Desde el acuario que es mi casa, saciado ya de largos buceos,
he visto a la vida cambiar de gesto.
En muchas aguas,
husmeando el limo abisal o
saliendo a tomar aire como un nadador porfiado,
me di de frente con algunas cosas irrefutables del mundo.
La tarde en que me disponía a reparar mis redes
para guardarlas hasta la próxima temporada
me temblaron las manos
y pude sentir
la larga noche de la espera.
Benjamín Chávez (Bolivia)
Benjamín Chávez Camacho (Santa Cruz, 1971). Ha publicado: "Prehistorias del androide" (Premio Fundación Cultural FEPO, Oruro, 1994), "Con la misma tijera" (1999), "Santo sin devoción" (2000), "Y allá en lo alto un pedazo de cielo" (Finalista en el concurso Yolanda Bedregal 2001-2003), "Extramuros" (2004), "Pequeña librería de viejo" (Premio Nacional de Poesía 2006), "Manual de contemplación" (Antología personal, 2008), "Historia de las invasiones perdidas" (2012).
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