jueves, 12 de julio de 2018

Alfonso Chase - Costa Rica







Hablo de lo que no se dice


Siempre fui el marimbero, el boxeador,
el titiritero, el mendigo.
Nunca supe la línea perfecta
entre la razón y la duda. Pecados cometí
en la soledad de mi sangre. Crímenes
contra la sombra, gritos sobre el aire.
Siempre fui el equilibrista
hasta que me di de culo contra el suelo.
No pude subir a tiempo al espectáculo.
Me cesaron. Desde entonces escribo con palabras
sucias, contaminadas de cantina, de sombras,
de madrugadas abandonadas en el quicio
de alguna iglesia solitaria. Siempre fui
eso que me tocaba ser: el equilibrista
temblando ante la cuerda, el domador
adentro de las fauces. Estuve en la escuela
y nunca aprendí nada, cuando no fuera
el color de las montañas, el nombre exacto
de esos ríos que no veré nunca. Se acabó la fiesta.
Y sigo golpeando a la piñata, los ojos vendados,
alentado sólo por el gozo de algunos amigos imprevistos.



Babilonia recreada
 
Babilonia no fue más real
que esta ciudad admirable,
carcomida de sombras y de luces.
Sodoma y Gomorra existieron
en la solidez de su propia imagen,
vista por los ojos de un Dios ciego.
 
Toda las ciudades del mundo
son una sola imagen al través de los siglos.
 
El hombre, único en indivisible,
se repite, monótono,
bajo el sol y entre la noche de neón.



 Yo avizoro

Yo avizoro un mundo alzándose
sobre el poder de su propia importancia.

Una nueva tierra y un nuevo cielo
aquí, entre nosotros,
y no en lejanos mundos accesibles
sólo por la necedad telemática.

Yo chateo con Dios a toda hora.

Es decir: hablo conmigo mismo sin necesidad
de redes espectrales controladas por el Maligno.

Vivo mi propio Apocalipsis todas las mañanas
al leer las noticias en los diarios.

Entreveo la marca de la Bestia en las sonrisas
y sobre la frente de bellos modelos indigestos.

Yo exijo un mundo construido
sin cielo y sin infierno. Un espacio
libre para la mujer y para el hombre.

Aquí, en la tierra, cercano de mi mano
y propicio al fuego de mis labios.

Un reino cuerpo, manos, cerebro, mente
y semen, unidos en el abrazo de los espermatozoides
y los óvulos. El reino de la carne para la carne.

Un reino neurona para la inteligencia.

Un espacio de luz, radical y glorioso,
por sobre la oscuridad de estos días nefastos.


Alfonso Chase (Costa Rica)



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