Indagaciones
Pero
¿qué es el pasado? ¿qué el presente?
¿acaso es posible distinguir
la cortina de hierro y nube
que los separa y los une?
¿no acuden las memorias al presente
y jalonan los días
tanto o más que el espanto
nuestras noches?
memoria y percepción
¿no son coetáneos?
si la mente es perpetuo movimiento
y el tiempo es movimiento
y el ayer y el hoy se buscan
en una danza que es, a un tiempo,
repetición y réplica y
contrapunto
¿no es así que llamamos pasado
a ciertas escenas –postales–
más inmediatas aun –como instantáneas–
momentos de hoy y antaño
dándose sentido mutuo
confluyendo
en ese diario de viaje
que es la vida?
¿qué modifica qué? ¿qué incide
en qué? ¿el pasado
en el presente? ¿la infancia
en la vida toda? ¿o quizás el presente
en ese ayer
revisitado siempre
soñado y reescrito y desvirtuado
siempre
desde el saber
o la agonía de hoy?
Situación para curar a un enfermo
invitad gente. invitadlos a todos. a una fiesta. una gran fiesta.
y si el enfermo no quiere salir de la cama, dejadlo, que no salga.
y que haya música y bailes, y cantos y pasteles.
y si el enfermo no quiere bailar, dejadlo, que no baile.
y si el enfermo no quiere cantar, dejadlo, que no cante.
y si el enfermo no quiere comer, dejadlo, que no coma, que no beba.
pero que haya ruido en la casa. y mucha gente.
y que se cuenten cuentos y memorias, y fábulas y acertijos
y si el enfermo no puede o no quiere decir nada, dejadlo
–que no hable, que no ría, no recuerde.
pero traed gente a la casa, al jardín de la casa, a la posada, al pueblo
que en la casa haya ruido, mucho ruido. mucha, mucha gente.
y al terminar la fiesta, dos o tres días después, las mujeres
echen todo lo que haya sobrado del banquete en el hueco de una sábana
grandes sábanas bordadas. de preferencia blancas, muy blancas.
de preferencia bordadas.
echen allí los pasteles, las almendras, los higos, las nueces, las castañas,
las moras y las masas hechas, las pastas y los panes, los zumos y los vinos
que lo lleven al río, entre seis, entre cuatro
que lleven la sábana al río, con sus bienes, sus frutos, sus pasteles,
por el bulevar que bajen, las cuatro, las seis al río, varias veces,
y echen todo a la corriente, las sobras del festín, el vino, el agua, el zumo,
las almendras, los higos
y arrojen todo al río, a la corriente
Éxodos
la memoria y el sueño encuentran su discurso
cada cual el suyo
cada cual su propia
articulación
sucinta
límpida
desnuda
un trazo de pincel marca el contorno
de una situación extrema
sin extremos, sin
patetismos
hay superficies planas, duras
diáfanas también –prisma filoso
espejo
piedra que cae a pique
portón
una mesita de mármol
como una lápida
una foto
que se anima y te besa
o te abrasa
sueños arrasadores
donde la máscara que somos
aguarda
su capciosa, brutal, inapelable
salida a escena
la muerte siempre anunciada
la sangre negra del cuerpo
que se escribe
la entrada en la memoria
y el exilio
los caminos son múltiples pero se cruzan
la tierra de la que se parte, vuelve
vuelve y mora
al acecho
en una lápida, una foto
un espejo
un trazo
una palabra bárbara
incomprensible
Mercedes Roffé
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