martes, 14 de junio de 2016

Eladia Blázquez




Eladia Blázquez


Hija de una humilde familia de inmigrantes españoles Eladia nació el 24 de Febrero de 1931 en Avellaneda, Buenos Aires. En 1970 grabó su primer disco de tango, irrumpiendo en el machismo tanguero cuando este género se encontraba en plena crisis. Además de cantante, compositora y autora se consagró como pianista y guitarrista. Escribió dos libros: "Mi ciudad y mi gente" y "Buenos Aires cotidiana", también varias letras para los folkloristas Ramona Galarza y Los Fronterizos.

Fue nombrada Hija dilecta de la ciudad de Avellaneda en 1988 y Ciudadana Ilustre de Buenos Aires en 1992. La apodaban la “Discépolo con falda", debido a su gran talento para escribir. Compuso temas de variados estilos, que contaron siempre con intérpretes de primer nivel. Primero fue la canción española, luego la melódica y sudamericana; más tarde, el folklore y finalmente la atraparon el tango y la balada.

Entre sus canciones más populares encontramos: El corazón al sur, Sueño de barrilete, Mi ciudad y mi gente, Honrar la vida, Que vengan los bomberos, Bien nosotros, A un semejante, Con las alas del alma, Si Buenos Aires no fuera así, Somos como somos, Sin piel, Prohibido prohibir, Si somos gente y Convencernos, entre otros.

Murió el 31 de agosto de 2005, en la ciudad de Buenos Aires, a los 74 años.




El corazón al sur


Nací en un barrio donde el lujo fue un albur,
por eso tengo el corazón mirando al sur.
Mi viejo fue una abeja en la colmena,
las manos limpias, el alma buena...
Y en esa infancia, la templanza me forjó,
después la vida mil caminos me tendió,
y supe del magnate y del tahúr,
por eso tengo el corazón mirando al sur.

Mi barrio fue una planta de jazmín,
la sombra de mi vieja en el jardín,
la dulce fiesta de las cosas más sencillas
y la paz en la gramilla de cara al sol.
Mi barrio fue mi gente que no está,
las cosas que ya nunca volverán,
si desde el día en que me fui
con la emoción y con la cruz,
¡yo sé que tengo el corazón mirando al sur!

La geografía de mi barrio llevo en mí,
será por eso que del todo no me fui:
la esquina, el almacén, el piberío...
lo reconozco... son algo mío...
Ahora sé que la distancia no es real
y me descubro en ese punto cardinal,
volviendo a la niñez desde la luz
teniendo siempre el corazón mirando al sur.



Prohibido prohibir

No se puede prohibir, ni se puede negar
el derecho a vivir, la razón de soñar...
No se puede prohibir, el creer ni el crear,
ni la tierra excluir, ni la luna ocultar...
No se puede prohibir, ni una pisca de amor,
ni se puede eludir que retoñe la flor...
Ni del alma el vibrar, ni del pulso el latir,
ni la vida en su andar... No se puede prohibir.

No se puede prohibir, la elección de pensar
ni se puede impedir, la tormenta en el mar...
No se puede prohibir, que en un vuelo interior
un gorrión al partir, busque un cielo mejor...
No se puede prohibir, el impulso vital,
ni la gota de miel, ni el granito de sal...
Ni las ganas sin par, ni el deseo sin fin
de reir, de llorar, no se puede prohibir.

No se puede prohibir, el color tornasol
de la tarde al morir, en la puesta de sol.
No se puede prohibir, el afán de cantar,
ni el deber de decir lo que no hay que callar...
Sólo el hombre incapaz de entender, de sentir
ha logrado, al final, su grandeza prohibir,
y se niega el sabor y la simple verdad,
de vivir en amor y en total libertad...
Si tuviese el poder de poder decidir...
Dictaría una ley... ¡Es prohibido prohibir!




 



Honrar la vida

No
Permanecer y transcurrir
No es perdurar, no es existir
Ni honrar la vida
Hay tantas maneras de no ser
Tanta conciencia sin saber
Adormecida.


Merecer la vida no es callar ni consentir
Tantas injusticias repetidas
Es una virtud, es dignidad

Y es la actitud de identidad

Mas definida.


Eso de durar y transcurrir
No nos da derecho a presumir
Por que no es lo mismo que vivir

Honrar la vida.


No
Permanecer y transcurrir
No siempre quiere sugerir

Honrar la vida

Hay tanta pequeña vanidad

En nuestra tonta humanidad

Enceguecida



Merecer la vida es erguirse vertical

Más allá del mal, de las caídas

Es igual que darle a la verdad

Y a nuestra propia libertad
La bienvenida.



 Eladia Blázquez






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