martes, 10 de marzo de 2015

Miopes



Nosotros, los miopes



Es la hora de no ver: para nosotros, los miopes,
la mañana trae la niebla constante que entorpece
el camino hacia la cocina. Se vuelve una carrera
peligrosa porque no distinguimos las puntas imantadas
de los muebles, y los juguetes en el piso son pequeños
animales a punto de saltar si los pisamos con descuido.

Para nosotros, los miopes, las caras pierden siempre
los detalles que las hacen únicas: cicatrices, pecas,
lunares, la forma de una ceja, el color de la piel
y las pestañas desaparecen atrás de un velo grasoso.
Todos los rostros se asemejan. Hasta el matiz del iris
o quien sabe cuál es el tono que tiene una mirada.

A veces sueño que estoy en un cielo de aire grumoso
y extravío las lentes o los anteojos no me alcanzan
para reconocer a mis hijos. Me horrorizo ante la pérdida
de profundidad y de lo inútil que resulta forzar la vista
al preguntar si será importante todo esto, si servirán
los ojos  para ser mejores, conocer el alma o ver a Dios.

Verónica Pérez Arango (1976)  - Argentina

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